Emily Gould escribe una autobiografía, de un episodio de su vida, cuya orientación es ensayística. Habla sin tapujos del estado de su espíritu y su visión del mundo, tal como se hace algunas veces en un diario íntimo. Solo que en este caso, es un texto publicado e incluso traducido (del inglés al español por Isabel Zapata).

Dentro del bosque es un díptico cuya primera parte se enfrasca en la amarga tarea de buscar leña seca en un bosque sumergido en una nube a perpetuidad y, cuya segunda, juguetea con el encendedor de la madurez y termina por iniciar el fuego de una fogata que no desdice lo primero, sino que reflexiona a partir de lo ya dicho. La luz aquí —como en muchos otros lugares— es metáfora de pensamiento.

Gould transmite con mucha efectividad una sensación, de las peores, que puede asaltar a quien se atreve a empuñar la pluma para escribir: para los antiguos griegos la creación era representada por una pléyade de gráciles y generosas musas, pero desde la perspectiva del creador, esta puede ser un cruel y poderoso titán que aplasta al insecto humano con el inclemente peso de las expectativas o una angustia cruda. Este libro es el resultado de ese pulso jugado en contra de una fuerza divina.

Me parece encontrar una fuente irrestañable de sufrimiento. La comparación entre la vida que «merecemos» versus la que tenemos de hecho, es el origen del dolor, de un duelo de algo que nunca ha habitado debajo de nuestro techo. Contra este muro parece estrellarse la autora. No es una experiencia grata, pero su honestidad vale la pena. ¿Existe la sabiduría sin sacrificio?

El símbolo de la entrada al bosque sigue siendo un peligro para el ego: ampararse en su sombra es ser devorado por una bestia sagrada.